Ayer, volviendo a casa, las gotas de lluvia se estrellaron contra los cristales del coche. Si mirabas de frente, parecía que íbamos a entrar en el corazón de una tormente, pero si mirabas a la derecha te encontrabas con todos los rayos del sol, así que por el rabillos del ojo se podía ver un arco iris inmenso y desparramado. Sin que nadie se diera cuenta, lo agarramos por el color morado y lo arrastramos hasta casa.
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